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sábado, marzo 18, 2006 

Lucrecia no tiene nombre

Figura escuálida ataviada de oscuro, con tremenda voz chillona, difícil de ignorar en una biblioteca.

Nombre provisional: Lucrecia

En una escuela tecnológica como en la que habito durante las tardes, menudean las mujeres y asfixia la testosterona.

Supe de ella por su voz digamos, poco discreta, mientras se quejaba de no poder bajar no se que y alguien con una paciencia infinita le enseñaba como, estaba frente a mi. Sospechaba que estaba prestando su servicio como hacen muchos que casi terminan la carrera en turno a nivel tecnólogo (nivel perdido en algún punto a medias entre étnico, ingeniero y puberto esclavizado).

Llegado el momento estaba junto a un tipo en la ventanilla esperando él, que le regresaran su mochila y yo, que me la recogieran para poder entrar, ella estaba en la computadora con el viejecito chistoson viendo no se que datos sobre el préstamo de libros, “oye” lanza débilmente por lo que no lo pela, “¡oye!” lanzo con fuerza, lo cual hace que voltee directo hacia mi.

Se me clavan en las corneas un par de ojos azules, de esos desechables de a $150, quizás $250, eran buenos, se veían naturales y solo reconocibles para aquellos que los usamos por necesidad óptica mas que estética desde hace años.

Todo en cámara lenta: le recoge la ficha al vecino, le da su mochila, me recoge la mochila, me da la ficha, muy lentamente, le sigo el ritmo y la recojo muy lentamente mientras esbozo una lenta sonrisa, a lo que me responde con igual lentitud, sin soltar la ficha y a juzgar por la profundidad de la mirada, debe estarme ya hurgando el humor vítreo.