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lunes, febrero 07, 2005 

O.P. (Primera parte.)

El siguiente acontecimiento me aconteció hace un par de meses:

Estaba yo cursando una de las mas temibles materias de las que se tengan conocimiento (física moderna) y, por si fuera poco en vísperas de terminar con un resultado no muy halagador y de paso, con mis días en la escuela.

Lo que me quitaba el sueño no eran tanto las celebérrimas teorías de Einstein con sus consiguientes y elegantes formulas sin mencionar sus kilométricas deducciones e inacabables ramificaciones y aplicaciones.

No, lo realmente temible era quien impartía el curso; el maestro M. Voelger, alemán por demás antisocial, doctor en ingeniería química que por razones económicas prefirió cursar estudios en la U. de G. Quien por cierto profesaba un desprecio galopante por los mexicanos, mismo que no se molestaba demasiado en ocultar.

Pocos maestros he conocido tan digamos, perros, como él, eran famosas sus ocurrencias como arrojar por la ventana del salón el celular de un compañero porque este, osó contestarlo en clase, reprobar al 90% de su alumnado, pero había una que el mismo contaba, cuando algún alumno mostróle su inconformidad ante un examen que no llenaba sus expectativas (o sea, que era incapaz de contestar) reduciendo a tiras el examen, en su propia cara, con la consiguiente explicación por parte de él acerca de la acción efectuada con estentórea voz: “Ahí esta su pinche examen madreado”.

Así que de pronto me encontraba a medio semestre con un maestro hiperpuntual hiperincorruptible, hiperestricto, hipersádico, y lo peor: hiperclavado con que yo no había presentado el 1er parcial por lo que yo lucia un flamante “NP” en mis calificaciones.

Si le echamos cuentas, para 3 parciales de los que contaba en semestre un np equivalía a que yo mejor fuera haciendo mis maletas y buscando un nuevo recinto académico; así que, mas me valía ir buscando algún buen bar para organizar mi magna despedida (que a mas de alguno aliviaría) o encontrar alguna milagrosa resolución...